martes, 29 de diciembre de 2009

El planeta

El cielo apenas se vislumbra desde las oficinas atestadas por individuos que pasan la mayor parte de sus días en ellas y el canto de los pájaros, los lagos, los bosques y ríos son privilegio de unos pocos.


Despertar no es fácil, si se nace en la ciudad se comparte una conciencia de masa. Todo es parte del sistema social imperante, políticos y religiosos manejan el ritmo cotidiano y el ser común sigue al contingente, los juicios son previos y aprendidos en colegios y hogares que rinden tributo a la colectividad sistematizada.


Todo se aprende, nada se descubre, los descubrimientos se dejan para los hombres de ciencias. Todos necesitan un título, oficio o profesión, el respeto no se consigue de otro modo. El sistema consume nuestras vidas y no hay tiempo para ver el cielo y sus estrellas que inmutables en el firmamento son el testimonio constante del hogar universal que sostiene el planeta que habitamos.


En medio de todo esto surge la inquietud de unos pocos que sumando y sumando nos hemos transformado en muchos. Y es que el tiempo se ha cumplido, Esta amaneciendo y es hora de despertar.


Si has sido tocado y eres parte de las primicias de la nueva era, entonces te has conectado y surge en ti una nueva perspectiva infinita y grandiosa, miras con nuevos ojos, los ojos del amor y la compasión, y por primera vez te haces verdaderamente conciente de ti y de tu relación con el planeta que habitas.


Somos hijos de esta Tierra, nuestra biología fue gestada en ella y hasta hoy nos cobija y alimenta.


La tierra es el único hogar que conocemos y sin embargo se la destruye sin pensarlo dos veces. Con soberbia se comercializan sus recursos potenciando una indolencia y disociación extremas.


Hemos sido ese individuo que “en pos de desarrollo” ha explotado los recursos sin medida, olvidando la propia tierra interna (su mente, hacedora, poderosa y única, modelo a imagen de su hacedor) y que solo ha mirado hacia fuera buscando tesoros que la satisfagan.


La condición global la generamos cada uno, el individuo mueve la energía que promueve corrientes filosóficas que más tarde o más temprano darán sus brotes. La sociedad materialista que conformamos hoy en día es una creación que ha sumado intenciones ególatras y destructivas desde hace mucho tiempo, entonces si cada uno produce nuevas y renovadas intenciones estaremos sumando un cambio.


El planeta se ha llenado de malas hierbas por falta de cuidado, pensando que es responsabilidad de los gobernantes o empresarios, el ciudadano común ha descuidado su único legado, la tierra que habita. Cada pensamiento es una semilla plantada y la intención plasma el gen, al descuidar este hecho se está descuidando en definitiva el progreso colectivo y por ende la supervivencia. El planeta es el vecindario y los vecinos los responsables de éste.


Como vecinos de esta nueva era, comencemos por tomar la responsabilidad y hagamos todo lo posible por dejar de contaminar, especialmente el pensamiento colectivo, que aunque nosotros no vemos la oscuridad energética que produce envolviendo el planeta, este nos causa el circulo vicioso que hemos estado viviendo por tanto tiempo y generaciones.


Literalmente empañamos el brillo natural del planeta con tanto pensamiento y sentimiento negativo que carga el ambiente.


No haremos ninguna diferencia si insistimos y buscar el error ajeno, seamos diligentes con la luz personal, que esta haga su trabajo de servicio, que no es mas que esto, las acciones y frutos son el resultado invariable de nuestro interior. Seamos entonces una lámpara efectiva para facilitar el trabajo de nuestra madre Tierra en esta ascención planetaria.


Por Marisol Stevens







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