lunes, 29 de junio de 2009

La puerta personal

Considerando lo anterior es posible visualizar una verdad contenida por tiempos y civilizaciones diversas, conocimiento que solo puede surgir de la fuente original y primigenia de la creación, una mente omnisciente que se encuentra fuera del alcance de los sentidos corporales humanos, visible tan solo para el espíritu y canalizada por el “corazón”.

Nos encontramos con un Dios al que se puede contactar desde un pasadizo interior que solo abre el amor, concluyendo así, que una verdad eterna y universal no puede ser privilegio de unos pocos y escogidos, si es una verdad inherente al ser y contenida por éste, es entonces una elección personal, abrir “aquella” puerta.

Cada corriente filosófica o religiosa que se origina en un corazón humilde es una puerta que se ha abierto y por tanto contiene la semilla de la conciencia verdadera, es el individuo que en su egoísmo la desvirtúa, la limita y la hace letra muerta ahogando todo espíritu de verdad que pueda contener.

Esta claro que a Dios no se lo encuentra por la materia, más bien de la forma que Cristo enseñó, por el camino del amor, un amor indescifrable aún por el hombre terrenal, y se comunica con el cielo por un pasadizo interno, inalcanzable para aquel que vive en total confusión, donde los conflictos son lo cotidiano, incluso entre quienes hablan la misma lengua, y que no busca ni se provee del silencio necesario para encontrar el portal.

No solo el idioma separa al hombre de sus congéneres y de sí mismo, si no una suerte de hipocresía que le impide decirse y comunicar su verdad. La mente colectiva lo domina y en la necesidad de mantenerse en comunidad se reprime y no dice lo que su corazón verdaderamente siente, con el tiempo se desasocia de su corazón y los impulsos que vienen de el se acallan hasta la enfermedad.

Sin embargo, surge la esperanza en medio de la desintegración. Y es que la familia humana está despertándo a su verdad.
Los mismos que están abriendo y traspasando el portal hacia su divinidad están rescatando luz para todos.
Por Marisol Stevens

jueves, 18 de junio de 2009

Repasando la historia

Aquellos que comenzamos a hurgar en el pasado terrestre en busca de luz y tesoros escondidos nos encontramos una y otra vez con una simbología recurrente. Independiente del tiempo y latitud todas estas culturas manifiestan un patrón similar de creación artística. Ideas y pensamientos que surgen de una mente intuitiva, una mente que despliega su conciencia divina e ilimitada. En contraste se denuncian otras que se han destacado por sus siniestras administraciones y que han gravado en la conciencia colectiva el miedo que la mantiene dormida. Y es que nos encontramos en un mundo de polaridad, una condición imprescindible para posibilitar la elección, aunque hay que reconocer que el miedo lleva la delantera debilitado la conciencia humana que ahora se encuentra casi a la deriva, en un planeta colapsado por el abuso.


Somos humanos evolucionando en ritmos cotidianos, los mismos que observaba Aristóteles, afirmando que éstos contenían la Eterna Sabiduría. Ciclos que se continúan unos a otros sin apuro ni pérdida, reafirmando, con ello, que la esencia del todo está en la naturaleza.

También la cultura Egipcia nos ha legado un conocimiento que hoy se ha actualizado, ellos afirmaban la importancia de poseer un corazón inteligente, o más bien que el corazón posee la cualidad de la sabiduría. Ellos hacían una clara diferencia entre el cuerpo y el espíritu del individuo, y la importancia de su integración y sincronía. Si bien Aristóteles surge como un pensador libre, que sin ser religioso se suma y explora el mundo espiritual buscando la escencia del hombre y concluyendo que ésta se encuentra en la sabia y la conciencia que la origina, o sea que en su corazón yace su creador.

Si hacemos un paralelo de este conocimiento olvidado y el conocimiento adquirido en los inicios del 2000 a través de la mecánica cuántica, podemos decir que el corazón dócil o el cáliz equivalen al traje bioquímico (cuerpo y mente) y el señor Dios y sus mensajes celestes no son más que la conciencia suprema o el observador del que hablan los físicos actuales.

Y es que muchos de los temas que decoran las bóvedas de catedrales y templos religiosos de diversas culturas nos expresan la idea del Ser dual, conformado por el cuerpo físico y su correspondiente espiritual, acentuando la importancia de la voluntad en la armonización de ambos, de tal forma que sin apagar la energía inherente al cuerpo, ésta sea puesta al servicio de su conciencia espiritual para lograr la plenitud de su manifestación como ser humano.

Vemos que nuestros antepasados humanos que manejaban conocimiento elevado se esforzaron para que éste llegara hasta nuestros días, nos querían mostrar la importancia de que conciencia se integrara y no se dividiera y apagara debido a enseñanzas religiosas que han tergiversado verdades relacionando espiritualidad con religiosidad y que solo para mantener el “mal” a raya utiliza normas estrictas que impiden precisamente la expresión genuina del hombre y los sentimientos de su corazón.

El Cristo histórico, legado espiritual nacido en Oriente y aceptado y acogido en Occidente, es el mejor ejemplo de la dualidad y la unificación de ésta. Él mismo la compara con una semilla que brota y da frutos de amor puro e ilimitado realizando con ello al verdadero “Ser humano”.

Cristo, el hijo de un Dios universal, enseñó que somos hermanos e hijos de un mismo padre. Enseñó un mensaje de amor sublime, un amor desconocido por el humano de todas las épocas y dio muestras irrefutables del poder que se obtiene al activarlo. Concebido hijo de un Padre Celestial que de tal modo ama al hombre que envía a su hijo para rescatarlo de su ignorancia, quién inevitablemente muere en manos de sus hermanos ignorantes.

Sin comprender el mensaje de Cristo, que nuevamente evidencia la importancia de la nobleza del corazón y el poder que reside en éste, el hombre ha manipulado su palabra y su enseñanza utilizándolo como objeto de conflictos y guerra alrededor del planeta. Aún ahora, después de 2000 años de su venida, somos testigos del desamor de los hijos de Dios que siguen ignorando el poder del amor divino para ir en pos de un poder terreno inherente a su codicia y que utiliza para destruirse mutuamente.

Para unificarnos alrededor de este planeta no tenemos que olvidar que coincidentemente este Cristo, que da vida a la religión occidental, nace y se desarrolla en el Oriente Medio, cuna de antiguas y misteriosas civilizaciones, donde el conocimiento hermético espera ser descubierto por una humanidad desprovista de corazón, el corazón que le abra las puertas de la conciencia y la sabiduría.

Recordemos la Biblia cristiana y su historia se desarrolla mayormente en Egipto, punto geográfico de gran influencia cultural, que da al cristianismo primitivo una riqueza Gnóstica que se aprecia en los evangelios apócrifos y luego en los rollos del mar muerto, el tiempo y los intereses político- económicos de los gobiernos fueron velando tales conocimientos, dejando a los cristianos en la más oscura ignorancia y temor, obligados a escuchar misa en latín y a seguir a ciegas ritos que los adormecían aún más.


Es importante notar que todas las corrientes religiosas tienen los mismos orígenes, básicamente los mismos ángeles se manifiestan en oriente y occidente dando buenas nuevas de paz y amor, cualidades que se pierden en la práctica religiosa gobernada por los más poderosos. También es importante destacar que las corrientes religiosas de Egipcios y Sumerios son piezas claves de la búsqueda y el conocimiento ancestral del hombre y que bien vale la pena reconsiderar. Los Egipcios precisamente consideraban que las fuerzas divinas se agotaban en contacto con la manifestación física y era por tanto necesaria una renovación periódica para recuperarla.

Esta idea perduró a través de la Alejandría egipcia hasta la Europa medieval a través de la corriente hermética, disciplina que tenía tres ramas principales: la alquimia, la magia y la astrología y que luego de ser vedada por diez largos siglos surge nuevamente en movimientos renacentistas.

Hechos y sucesos encadenados unos a otros alrededor del globo terrestre brindan una coherencia iluminadora y el hermetismo acunado en Egipto no es más que otro eslabón de ello. La astrología hermética concebía los ritmos universales en el ser interior; la magia permitía actuar sobre las fuerzas vitales, y la alquimia era el arte de descubrir el espíritu en la materia. Estas tres ramas originales son el principio fundamental de las ciencias actuales y aunque se han diluido y perdido en la modernidad, su pureza se mantiene intacta por discípulos iniciados generación tras generación desde entonces.


Por Marisol Stevens

lunes, 8 de junio de 2009

Inercia, el común denominador

Dividido entre la ciencia objetiva y las diferentes corrientes filosóficas y religiosas se forma el hombre actual,un mundo donde la tecnología, expresión máxima de “la ciencia moderna”, es la mayor atracción y panacea donde la medicina nuclear alcanza niveles inimaginables y la comunicación traspasa la barrera del espacio. Iluso y manipulado por la publicidad que le dice lo que necesita, el hombre actual se deja invadir agradecido de los “beneficios” que disfruta sin esfuerzo. Y sin salir de su cubículo accede al mundo y sus productos, estafa vía espacio cibernético y se olvida del prójimo, ignorando que su primer prójimo es él mismo.


La distracción externa actual no tiene paralelo en la historia, con los sentidos colapsados por “las maravillas tecnológicas” y la basura que ésta trae al hogar no deja lugar para ningún tipo de reflexión y mucho menos para la meditación. Padres e hijos se hallan en las mismas condiciones, siendo los primeros un ejemplo muy pobre para sus retoños, porque la voluntad y el dominio son palabras sin sentido. Juntos pasan por la vida anhelando probar todas las “delicias” del mercado y se contaminan con el veneno de moda.

Cada vez mayor número de individuos termina controlado por sustancias que los pierden en sus laberintos y sin conciencia se entregan a un mundo engañoso y traicionero. Un mundo donde el amor propio es escaso y la guerra es la respuesta a cualquier conflicto.

Un sistema educativo que apaga el pensamiento creativo natural mata toda verdad sana y altruista inherente al hombre y la reemplaza con reglas, prejuicios, costumbres e idiosincrasias de un mundo materialista.

La prohibición inyecta ánimos de resistencia y violencia, tanto un padre como un gobernante que se impone sin diálogo y respeto cosecha frutos secos, sin vida propia, no más que una pobre copia.

El humano común no dilucida el propósito del viaje y quiere lograr éxito y felicidad con una receta social caduca. Se siente frustrado y culpa al mismo sistema que ha seguido por generaciones, sin lograr respuestas. Surge mucha inquietud y descontento de la masa, pero si continúa buscando las respuestas afuera nunca las va a encontrar.

Aunque unos más concientes que otros, estamos habitando el mismo planeta y compartiendo las consecuencias de su deterioro. Todos tenemos las mismas necesidades, pero los menos consiguen cubrirlas. El origen primigenio es el mismo y la única búsqueda auténtica que todos compartimos es vivir de forma plena y libre, siendo cada uno responsable de conformar la expresión máxima de la obra humana.

Queremos lograr la realización del ser sin tomar conciencia que el derrotero está inscrito en el sí mismo, y que éste no se lee con los ojos físicos, para desplegar sus páginas debe aliarse con el espíritu que lo hará conciencia en la mente y en el cuerpo.

Un sistema educativo que apaga el pensamiento creativo natural mata toda verdad sana y altruista inherente al hombre y la reemplaza con reglas, prejuicios, costumbres e idiosincrasias de un mundo materialista.

La respuesta surge de algo más trascendental y se gesta individualmente. Fertilizando el germen divino que subyace en cada individuo se logra despertar y re-educar la mente para acceder a un propósito real.
Dejamos atrás las tinieblas definitivamente para acceder a la conciencia sin límite, que es el mejor gobierno al que se puede aspirar.

Mirar hacia dentro es encontrar los tesoros ocultos de una conciencia universal, mirar la faz del verdadero Dios, aquel que no subyuga, por el contrario nos brinda una mente y corazón generoso.

Ser hacedores de felicidad y compartirla sin miedo es factible cuando el genio enciende la lámpara que posee.

Por Marisol Stevens

viernes, 5 de junio de 2009

El misterio del presente eterno

La búsqueda interminable

A medida que el hombre ha tenido acceso a mayor tecnología ha podido llegar más lejos en su búsqueda de conocimiento y es precisamente ahora en los albores del siglo 21, cuando a través de la física cuántica, ha podido intuir el poder que subyace en la mente, que es, en definitiva, la conciencia que recrea el mundo material que nos rodea.

En el viaje de reconocimiento a través del tiempo se han encontrado patrones recurrentes programados por una “suerte” de mente primigenia que todo lo contiene, desde los más recónditos y microscópicos organismos celulares, atómicos y subatómicos hasta los universos inalcanzables para el ojo humano, todos ellos intrínsecamente unidos por una conciencia abismal de sistemas que se contienen unos a otros, desde los más infinitesimales hasta aquellos inexplorados de la inmensidad del universo.

Ha sido una larga carrera a través del tiempo, desde que la humanidad inició su recorrido, sin embargo son los últimos cincuenta años los que han brindado los mas grandes hallazgos científicos y tecnológicos, los mismos que nos han impulsado hacia niveles cuánticos que desvelan una grandeza propia, un potencial sin límites que nos re-ubica en el cosmos, un mundo nuevo para descubrir y conquistar.

Aunque la humanidad se mueve lentamente respecto del mundo de avanzada, porque el conocimiento es de tal envergadura, que ni los mismos precursores saben como manejarlo. No es fácil cambiar la marcha, mucho menos la conciencia de masa. Insertar el nuevo paradigma en el sistema requiere más que simples ajustes, hablamos de cambiar el disco duro.

La gran mayoría del mundo vive y consume indiscriminadamente, no reflexiona, ni se cultiva de ningún modo. Muy lejos de saber lo que esta ocurriendo verdaderamente, se ven limitados y conducidos por el sistema que provee información, estrictamente conveniente, a través de programas informativos y noticiosos que alimentan la morbosidad y el temor.

Pensando solo en satisfacer sus necesidades, este hombre “moderno,” ha destruido el ecosistema sin conciencia ni medida buscando saciar deseos que hoy le pasan la cuenta.

Muy atrás quedaron los filósofos griegos con su reflexión inspiradora, la masa se ha enfocado en otros temas, especialmente el consumismo, que es el más satisface sus sentidos.

Hoy el cuerpo lleva la delantera, y la mente se ha entregado a los placeres. El culto al cuerpo es el que mas adeptos tiene, cada empresa con su producto abraza la misma fe y atrae a otros muchos. Los mismos comerciantes que han engordado a la población son los que ahora la quieren adelgazar, promoviendo un cuerpo perfecto.

Insertarse en el sistema equivale a perder la conexión propia. Aprender valores y reglas que rigen la vida colectiva, con la única tarea de “optar por lo más conveniente” que, por lo demás, ya está indicado por adelantado.

Pero es la naturaleza del ser humano, necesitamos pertenecer, ser parte del grupo, por lo tanto nos empeñamos toda la vida por lograrlo. La identificación de grupos de pertenencia se inicia en la niñez y para la gran mayoría prevalece hasta el final.

Las inquietudes y dudas sobre la existencia son contestadas por el grupo, a través de religiones y cultos que son aceptados en las diferentes culturas, después de ello, son muy pocos los que aún se molestan en cuestionar. Dejarse llevar es la actitud general.

Sin embargo, y paralelo a los nuevos descubrimientos que surgen en las ciencias vanguardistas, se encuentra una minoría que avanza a pasos agigantados. Se trata de corrientes que hablan de un despertar de la conciencia, grupos que están actualizando y desenterrando conocimientos herméticos e iniciáticos de culturas olvidadas.

Y es que acunadas en pasados remotos aún esperan ser recuperadas sabidurías ancestrales que nos aclaren la conciencia dormida. Conocimiento que la ciencia moderna ha subestimado y que plasmado en las ruinas arqueológicas de civilizaciones olvidadas nos hablan de una ciencia que convive con los acontecimientos circundantes, con los porqués y los cómo que hayan respuesta en el corazón invisible de toda vida orgánica y que surge a partir de ella sin perturbarla.

Se trata de civilizaciones que descubrieron la “sabiduría divina”, aquella que reside en el centro de cada fruto de esta tierra y tiene su reinando en el corazón de cada hombre. Un tipo de germen o semilla cultivable en la mente y que por medio del espíritu despierto obtiene la clave para discernir la verdad inscrita en cada célula de su ser.

A través de ese espíritu surge ahora una sabiduría que no es nueva, muy por el contrario, es similar a la que manejaran en antaño nuestros sabios ancestros. Esta cobra vida en nueva literatura, una literatura inspirada que da voz a entidades espirituales y que se adelanta a la ciencia, pero solo para que sea corroborada a medida que la tecnología la descubre.

Nuevas respuestas surgen por doquier, en cada rincón del planeta están germinando aquellos que se unifican en una nueva voz, una voz antigua que se actualiza para liderar la nueva era, la era dorada de los Mayas y de tantos otros que han hablado de un tiempo de amor y paz que se avecina a pasos agigantados.

Por marisol Stevens