lunes, 27 de julio de 2009

Conjugando la vida

Si sabemos que la vida es un logro personal que se conjuga con un todo, y que ese todo nos afecta, podemos seleccionar y activar el libre albedrío a conciencia.

Utilizamos los sentimientos, pensamientos y emociones, como los detonadores conscientes. El futuro se origina en el presente y la acción solo se conjuga en el “ahora”. La cadena de creación se recrea en el infinito y perfecto presente.

En el instante mismo de cada latido estamos participando de la vida unificados al eje de conciencia omnisciente. El centro mismo del universo se sincroniza en un latido de poder creativo energético inteligente. Es, en ese instante, cuando todo es posible, cuando hacemos la diferencia, cuando podemos decidir y hacer giros fundamentales. Es, ese, el instante de la siembra, una siembra constante que se cosecha igualmente en una constante eterna. Flujos y reflujos de energía creativa que se expanden desde el creador, refiriéndome, como creador, a cada uno de nosotros despiertos y concientes de nuestro hacer y ser.

La falta de conciencia de ello es el motivo de la pobreza, de la pequeñez, de las frustraciones recurrentes. La falta de poder es el fruto de una mente fragmentada que dejó su genio y sus potencialidades en el pasado.

Todos caemos en ello cuando, inevitablemente, adoptamos una personalidad y anulamos el corazón. Todos caemos más temprano que tarde en situaciones que nos marcan con la pérdida, con el dolor, con el miedo. Experiencias que anidan profundamente en el subconsciente y que más tarde conforman la personalidad. Algunos, más que otros, traicionados y heridos quedamos pegados al pasado y perdemos nuestro poder. Es cuando la mente se disocia de su eje, de su Dios. Es cuando nos separamos de la unidad que conformamos con toda la creación omnipresente, con el todo.


Un corazón que contenga sentimientos de víctima o culpa, que alimente resentimientos no puede conectarse al poder de la fuente que le brinda el ahora, porque está atado al pasado. No sincroniza con los ciclos vitales que fluyen a su alrededor, aquellos que le brindan miles de posibilidades. Sus creaciones son mezquinas y pobres. Su poder está desfasado y contaminado. No coincide con los tiempos que se conjugan en el ahora.

Si la mente se alimenta de dolores pasados y se rige desde ellos no vive la realidad. Ese corazón se vuelve amargo y no sabe ni puede disfrutar la dulzura. Se ha fragmentado y no puede conjugar la plenitud.

La vulnerabilidad, del niño que todos fuimos, es motivo más que suficiente para entregar el poder. Necesitamos borrar los patrones asimilados por nuestras células generación tras generación para escuchar la voz interna y los impulsos personales con su correspondiente sabiduría.

Adoptar un sistema y sus costumbres, que son la suma del pasado histórico de nuestros pueblos, nos ha costado muy caro y por ello recuperar la conciencia y el propio juicio no es tarea fácil. Nuestros impulsos se han debilitado y con ellos la fuerza de nuestro corazón.

Recuperar la conciencia es una necesidad. Es el camino de vuelta a casa, de vuelta al corazón. Dejar ir el pasado sin resentimientos, sanando antiguas heridas, es el camino para recuperar el ser y su poder. Reintegrando un ahora lleno de posibilidades, sin miedo a futuros inciertos y sin pasado que los alimente. Renovados, llenos de poder, puros de corazón para vivir el ahora plenamente cual niño feliz.

Cuando tomamos conciencia de estas verdades y surge la intención de sanar el corazón. Hacemos una conexión inmediata con el ahora y sincronizamos con los flujos de poder universal que entran al corazón y facilitan el trabajo.

Descubrir que la fuerza que impele toda la vida se haya en cada uno. Que cada desafío es una oportunidad para crecer. Que cada circunstancia, que parece trascendernos, es una puerta que nos llama a descubrir nuestra verdad y a recuperar nuestro poder. Vivir en el ahora que nos desafía y nos ocupa es recuperar el poder.

Ocuparnos pertenece al ahora. Pre-ocuparnos pertenece a la oscuridad. Es el dueño de los miedos que se quieren proyectar en el futuro. Ambos, pasado y futuro son una misma cosa, una distracción que nos diluye, que no nos permite enfocarnos y sincronizar desde el corazón con la grandeza y omnipotencia de la creación.

Conjugar la vida desde el ahora es una clave de poder, lograrlo es una decisión personal y privilegio de una conciencia despierta.

Creemos estar separados del todo, pero nunca lo hemos estado. Todos tenemos la misma oportunidad de despertar o seguir durmiendo, sentir o anestesiarnos con sustancias químicas o alucinógenas.

El corazón late y con él sentimos por igual, si queremos sintonizarnos aunque débil en un comienzo la señal será inconfundible, un amor sanador, una energía sanadora y una verdad liberadora que limpia pasado y futuro a la vez permitiendo el poder ilimitado del ahora para conjugarlo a gusto.

Por Marisol stevens

jueves, 16 de julio de 2009

Presencia eterna

Tomar conciencia del mundo que nos contiene y nos circunda es fundamental para recuperar nuestro poder.

Si nos damos cuenta que somos parte de una unidad, que es parte de una unidad mayor, en una cadena infinita, nos enfrentamos a una realidad eterna, que es propia.

La misma tecnología que nos enceguece nos evidencia que somos parte ínfima de un universo inconmensurable e inter-relacionado, que conforma un todo vibratorio y circular de energía en constante movimiento, y que cualquier pulsación que surja en éste repercute en el todo.

Este panorama agigantado que la tecnología nos ha facilitado ha develado una nueva conciencia cósmica- holística, siendo el “holos” un todo en el que las partes reflejan el mismo todo. Entonces nos comprendemos integrados a un contexto infinito donde se explica “la imagen y semejanza” que existe como esencia en nuestro Ser. El propio organismo expresa el orden universal, pero también en él subyace la conciencia inteligente “de todo lo que es” vale decir Dios.

Si el cosmos no actúa por azar y hay una conciencia del todo intrínseca en su movimiento vibracional, esta misma conciencia está latente en cada partícula del cuerpo humano. A partir de esta realidad entramos de lleno en nuestra propia espiritualidad, que no es otra cosa que mirar hacia dentro y descubrir al propio observador que nos habita, testigo de cada experiencia vivida.

Mirarse interiormente es conocer el universo y su origen cósmico, es descubrir los propios ciclos evolutivos que se experimentan en la vida de forma circular. Donde el final de un giro da comienzo a otro con nuevas perspectivas. Etapas que se cumplen para emprender nuevas y más amplias en una elíptica incesante e infinita de crecimiento personal y grupal.

Conocernos habitantes de un universo vibrante, con un patrón claro de unidad, nos permite ver la trascendencia de nuestra vida. Todo se haya unido por una maya energética inteligente en la que nos influimos mutuamente, incidiendo uno en el otro. Alimentando la conciencia de masa, en vibraciones circulares y expansivas. Nada ni nadie está separado, todos conformamos una gran creación cuya magnitud es imposible de apreciar con una mente velada, que en vigilia, solo funciona a la capacidad de un diez por ciento.

La humildad surge inevitable. El corazón nuevamente lleva la delantera con su sabiduría que puede presentir y recibir más allá de la mente limitada. La sabiduría, que es mucho más que conocimiento a secas, se encuentra en la eternidad interna, allí nos ubicamos en un centro propio que nos une al eje mayor. Nos integramos al gran viaje cuyo derrotero está inscrito en el alma. Aquella esencia inteligente de vida atómica y subatómica que conforma nuestra presencia corporal y espiritual (sentimiento, pensamiento y emoción).

Sin duda caemos en constantes círculos insanos que nos atrapan, de los cuales pareciera imposible salir, desconociendo que el poder surge de nuestro centro, vale decir, Dios.

Sin embargo es tiempo de saber que los sentimientos negativos son frutos de un corazón individualista y producen pensamientos desconectados de Dios, esto nos impide fluir en el campo unificado e inteligente de la fuente y nos retribuye fracaso, soledad y vacío.

Volvamos a la fuente y despertemos en Dios

Marisol stevens